miércoles, 4 de diciembre de 2013

Lo que no va a ser

No estoy capacitado para montar un show de dos horas y media. Que tengan un hilo conceptual. Que aparezcan muñecos inflables por todos lados. Que el cielo se llene de colores mientras los de seguridad me suben a una combi para salir rumbo al aeropuerto, al avión, a la próxima ciudad.

Nadie me va a correr. Nadie me va a gritar desesperadamente. No habrá fotos mías por todos lados. No firmaré ningún autógrafo, ni daré entrevistas, ni saldré con modelos. No romperé ninguna habitación de hotel. Ni terminaré en un centro de rehabilitación.

Pero no importa, igual está todo bien. 

Prefiero tus ojos sorprendidos mientras toco la guitarra y canto una canción desconocida en alguna reunión. Son tres minutos, con eso sólo me alcanza.

viernes, 22 de noviembre de 2013

A futuro

Si hubiera nacido en el 2530 no me asustaría tanto cada vez que tengo turno con el odontólogo. Las operaciones serían un trámite, no me enfermaría, la vida sería más larga. Viajaría más rápido, sin necesidad de manejar, sólo tendría que programar el destino y esperar, tal vez podría leer, dormir o por la ventana mirar. Europa quedaría más cerca, los fines de semana largos iría a un hostel en la luna y mis vacaciones serían un crucero de quince días por varios planetas de otra galaxia. Tal vez podría vivir en el medio del cielo o practicar mucho de los deportes de los que hoy no tengo sospecha.


Pero no, mejor no. Si hubiese sido así, no hubiera podido estar ayer, justo, a horario, cuando te conocí.

martes, 30 de julio de 2013

Generando el contacto

La miraba atentamente. No se quería perder ni un detalle. Buscaba en sus gestos algo que le permitiera el primer contacto. Algo que genere una excusa. Sus ganas de contarle la vida que hoy tiene. Una vida sin preocupaciones, sin horarios ni responsabilidades. Compartir la inmadurez que vive, disfruta y ni siquiera se cuestiona. Decirle lo poco que sabe, las cosas que fue descubriendo y aquellas de las que tiene una mínima sospecha. Por todo eso me parece que la miraba tan fijamente. Estaría pensando en preguntarle su nombre, dónde vivía, cómo se lleva con su padres. Dónde podrían ir cuando los dejen salir solos. Algo para hacer durante el día.

La miraba muy concentrado y nada parecía distraerlo. No había forma de sacarlo de ese limbo en el que estaba inmerso. Y mirá que yo intentaba sobornarlo con un poco más de sundae de frutilla, pero no, no había caso, a mí tampoco me daba bola.


(Mi sobrino se cuelga cuando ve una nena. No sé a quién habrá salido).

viernes, 19 de julio de 2013

Eso que fue quedando

Cuando le pida frutos del bosque y mouse de chocolate al heladero, cuando responda irónicamente “ponele”, cuando le grite a mis amigos que no se olviden de pedirle fainá al mozo, cuando coloque punto final a todas mis intervenciones virtuales, cuando mire los platos de las otras mesas para tantear las dimensiones de las porciones, cuando me pregunten por qué sé tocar en la guitarra una canción de Abel Pintos, o cuando recomiende un buen lugar para comer el asado más rico de Buenos Aires.

Ahí, justo ahí, vas a encontrar sedimentado tu recuerdo, lo que me dejaste después de conocernos.

miércoles, 10 de julio de 2013

Lo que pensaba

Yo pensé que el amor amor (ese que vos decís: ¡Ay que enamorado estoy!) era despertarnos juntos a la mañana. Tomar té, comer tostadas con queso. Acompañarte hasta la estación. Charlar por teléfono en algún momento del mediodía. Encontrarnos a la tarde. Cocinar a la noche. Lavar los platos mientras te ibas a sacar el maquillaje.

Pensé que era estar juntos todo el tiempo. Viendo qué hacer los fines de semana. Alguna película. Algún cumpleaños. Alguna invitación familiar. Un asado con mis amigos. Una cena con tus amigas. Alguna noche en el museo. Algún viaje a un pueblo desconocido.

Pensé que era sentir tu cabeza dormida en mi hombro. Mi mano jugando sobre tu cintura. Relatarte, emocionado, los últimos dos goles que hice. Escuchar, desde la cama, cómo llovía. Llevarte borracha a tu casa. Algún zapping sin sentido. Pasar las madrugadas de invierno con neblina.


Pero ahora que estoy tranqui comiendo una porción de pizza fría y siento tus brazos rodeando mis piernas. Ahora que bajo la mirada y veo en tus ojos las ganas locas que tenés de que te levante, de que te haga upa un rato, entiendo que estaba equivocado: había otra forma de estar completamente enamorado.

jueves, 4 de julio de 2013

Salida paralela

Estabas lo más pancha sentada en la puerta lateral del teatro. Terminando tu café. Encendiendo un cigarrillo. Viendo pasar los taxis y colectivos con la mirada un poco perdida. Te saludé, te di un beso, me senté al lado tuyo.

Charlamos de la vida (siempre charlamos de la vida): geografía, aviones, tránsito, conurbano, cuentas sueldo, tu imposibilidad de dormir en los viajes, mi teoría con los motivos que explican los elevados costos para volar a europa.

Me podría haber quedado ahí toda la noche. La salida podría haber sido sólo eso: quedarnos sentados en una vereda del microcentro. Pero ya no había gente a nuestro alrededor, teníamos que entrar, ya empezaba la función.

miércoles, 26 de junio de 2013

Referencias amigas

Dijo el señor H:
“A las suegras agrada, sólo necesita una milanesa y un flan con dulce de leche”.

Sospecha el señor D:
“Un chico sensible y sencillo al que una mujer puede hacer feliz sin demasiado esfuerzo”.

Sostiene el señor N2:
“Toda mujer lo desearía porque es auténtico (decadente). Llora cuando ve un bebé, atardecer o cachorro.

Postula el señor D2:
“Un tipo que, estando soltero o en pareja, siempre sigue siendo la misma persona. Él no lo cree, pero para mí tiene toda la onda”.  

Resume el señor C:
“Tiene laburo. Estudió. No se droga. No tiene una vida complicada en general. Posee una faceta artística y se sabe reír de sí mismo”.  

Exagera el señor R:
“Puede hacer sentir a una mujer como lo que realmente es y no como un objeto, agasajarla como nadie lo había hecho y despertar en ella sus sentimientos más puros.

Reflexiona el señor B:
“Subvalorado en cuanto a su compatibilidad de gustos con la mayoría de las mujeres. Si yo fuera mujer creo que apreciaría tener un compañero con quien poder ir a ver comedias musicales, ropa, hablar de músicos que no sean de rock únicamente”.


No sé, yo que vos lo pienso, fijate, cualquier cosa me decís.


(Nota: Encuesta realizada los días 24, 25 y 26 de junio).

miércoles, 19 de junio de 2013

Un rato (antes)

Llegué a Chacarita y me di cuenta que no llegaba a horario ni a palos. Salí a la vereda, poca gente en la parada, cero registro de algún colectivo. Paré un taxi. Metí el bolso, la mochila con la compu y la guitarra. Curioso, el tachero me preguntó si era músico. Me sonrojé. “No, no, hago lo que puedo, menos de lo que quisiera” respondí. Mientras iba mirando por la ventana apoyé la cara sobre mi mano y me di cuenta que la barba era demasiada. “No puedo ir así” pensé.

Saludé, bajé, abrí, entré, subí, salí, volví a entrar. Dejé toda la procesión de cosas que me acompañan cuando visito a mis viejos. “Pasame bien la dirección, estoy saliendo” escribí, mentí. Me afeité, me bañé, me cambié, volví a salir.

Tuve suerte, el colectivo se veía a lo lejos. “Ok, estoy llegando”  agradecí, volví a mentir. Pagué, me senté y comencé a pensar que vivo haciendo cosas, corriendo, llegando tarde, ocupando el tiempo, viendo qué más me puede llegar a interesar, que era de noche, que estaba fresco y que iba a un cumpleaños donde no conocía a nadie. A veces me canso, y agotado no le encuentro sentido a todo esto, tal vez sería mejor parar. Pero después me digo que entre tanto entrar y salir, subir y bajar, abrir y cerrar, algún día, tal vez, por error u omisión, nos encontremos.

El señor N abrió la puerta. “Perdón por la demora” dije. Nos estrechamos en un cálido abrazo. Se acercó el señor C. Repetimos el proceso. Estabas sentada en un sillón blanco, con una copa de vino en tu mano y dos amigas a cada lado. Todavía no sabía todo lo que iba a pasar, todo lo que iba a empezar a cambiar.

viernes, 14 de junio de 2013

Mala mía

A grandes rasgos se podía decir que éramos una pareja. Nos veíamos con frecuencia y constancia. Salíamos todos los fines de semana. Charlábamos animadamente en el mostrador de Güerrín. Te acompañaba a mirar libros, a buscar el último producto que compraste por mercado libre. Te veía llorar en el cine, reírte en el subte y gritar en el recital. Cocinabas rico, mientras yo, torpemente, te ayudaba. Y además (este detalle no es menor) llegaste a conocer a varios de mis amigos. Debo decirlo: la pasábamos muy bien.

Pero andábamos flojitos de papeles. En la incertidumbre de la no declaración, sin tener las cosas claras, delimitadas, formalizadas. Sin la certeza que brindan algunas palabras. Fue mi culpa, tal vez los miedos, algunos fantasmas extra large.

Cuando quise volver ya era tarde. Me dijiste que no, que ya se había ido el tren, que habías esperado demasiado, que así estabas bien.

Me quedé callado, tenías razón.

jueves, 6 de junio de 2013

Pequeña obsesión

1) En la oficina todo tiene un lugar designado. El celular, el pendrive y la credencial van debajo del monitor. A la izquierda coloco la funda de los anteojos, un par de fibrones y la birome con la que corrijo todo el día. A la derecha voy amontonando la cantidad de papeles que me van llegando y que voy sacando a medida que reviso.

2) Conozco varias de las puertas del subte que dan directamente a las escaleras mecánicas. Estación Pellegrini (sentido Alem): 1ra puerta del primer vagón. Estación Callao (sentido Alem): 3ra puerta del tercer vagón. Estación Olleros (sentido Congreso de Tucumán): 1ra puerta del primer vagón. Estación Los Incas (cabecera): 2da puerta del tercer vagón.

3) La música en mi computadora está organizada por carpetas que representan cada disco y respetan el orden de los temas, categorizados por el género y el año de edición. Tienen, además, un toque de color: cada carpeta contiene la tapa del disco para ilustrarlo en la previsualización.

4) Cuando salgo de mi casa cuento lo que llevo encima. Es fácil, siempre son cuatro cosas: billetera, llave, celular, mp4. Cuando la salida es nocturna y bebedora se agrega un elemento más: cigarrillos. Pero se da de baja un accesorio innecesario: el mp4. En conclusión, siempre tengo cuatro cosas distribuidas en los diferentes bolsillos de mi ropa.


Desde que tengo memoria trato de ser ordenado, práctico y ganar tiempo en todo lo que hago. Para llegar rápido, para no olvidarme nada, para no tener que volver, para no demorarme en situaciones que prefiero evitar.

Sí, ya sé, soy muy histérico y observador. Pero imaginate con el nivel de detalle que puedo cuidar tu amor.

martes, 28 de mayo de 2013

Sin importarte

Para ser sincero tengo que decirte que siempre me costó. Lo que pasa es que pierdo muy fácil el ritmo, a pesar de que con la guitarra puedo tocar algunas canciones en tres o cuatro tiempos, bah, tocar es una forma de decir, toco más o menos (más menos que más).

Obviamente me pongo nervioso. Creo que el error es pensarlo tanto, darle muchas vueltas en la cabeza y darme cuenta que estoy haciendo todo mal. Que todos me miran, y que aquellos que todavía no lo hicieron son avisados mediante codazos, gestos o disimuladas miradas direccionadoras.

De nada me sirven las pocas clases de danza jazz que tomé, las coreografías que alguna vez aprendí, los básicos de tango que ya olvidé. Y mientras estoy ahí, luchando con las rodillas, discutiendo con mi vergüenza, me pregunto por qué a veces hago tantas cosas sin profundizar nunca en nada.

Definitivamente me faltó haber tomado más vino tinto aquella noche.

Yo hacía lo que podía. A vos, claramente, parecía no importarte.


En medio de la pista seguíamos bailando juntos.

lunes, 20 de mayo de 2013

Desde la otra orilla

Escuchabas simulando atención y un poco de entusiasmo. Mirabas de reojo el reloj de pared mientras te lamentabas haber aceptado. Llegaban a tu cabeza las preguntas que te respondiste siempre. No tiene sentido seguir probando, es exactamente lo mismo. Iguales caminos por donde van todos, un puñado de oxidados recursos que ya viste mil veces. Una película que conocés de memoria. Trucos de magia que dejaron de sorprenderte.

Pero hubo algo (no sé bien) que te llamó la atención. Una frase, un gesto, una idea torpemente expresada. Algo que no sabías hasta ese momento, que no habías visto. Alguna inusual coincidencia. Algo hizo que una pequeña luz de duda comenzara a brillar en el fondo. Un detalle que cambia todo. El código que abre una de tus compuertas.

Fue ahí cuando empezaste a escuchar más atentamente. A preguntar con interés. A recordar con ganas. A sentir que, extraña e inexplicablemente, la estabas pasando bien, que una segunda salida sería posible.

Me viste pedir la cuenta. Por dentro comenzabas a sospechar que esta vez las cosas serían diferentes. 

domingo, 12 de mayo de 2013

365

Te cuento para que te des una idea (más o menos) de cómo me tenés: completamente embobado, entregado, a tu merced, sin poder dejar de mirarte, sin que me importe tener que viajar dos horas para encontrarnos. Siempre sabiendo en qué lugar de la casa estás, controlando que no te lastimes, viendo qué estás haciendo.

Olvidándome del cansancio, de las cosas que no me salen, de los llamados que no llegan, de las salidas que no se concretan, de los problemas que pateo para más adelante. Soñando en el día en que me veas llegar, entiendas todo, y me digas bien fuerte: “¡¡¡Hola tío!!!”.

No sé si algún día voy a tener uno como vos, tampoco sé si me volveré a enamorar. Todo eso, desde el momento en que te vi (hace exactamente un año), me dejó de importar.

sábado, 4 de mayo de 2013

Reflexiones encadenadas

Llueve en la ciudad y desde el bar veo la gente pasar y pienso. Pienso en que nunca sospechás cuando llega ese instante donde todo puede cambiar. Cambiar todo lo que pensás. Pensás que nunca te puede pasar. Pasar sin verte en el sillón, triste, mientras escuchás a tus amigos sin ganas de escuchar. Escuchar que yo estaba fumando en el balcón, contento, charlando con ganas de charlar. Charlar con la que me contó que tenías novio y que te estabas por casar. ¡Qué te estabas por casar! razón suficiente para no intentar ni de casualidad. Casualidad que nos volvió a cruzar dos meses después. Después de tanto llorar. Llorar por todo aquello que para vos no fue. Fue esa noche, en el teórico, donde empezamos a conversar. Conversar sin importarnos el lugar. Lugar donde estudiaba tanta gente. Gente que corre espantada por el agua mientras pienso. Pienso que ahora llueve más fuerte en la ciudad.

miércoles, 24 de abril de 2013

Silogismos problemáticos

Tengo dos problemas. Paso a exponerlos:

Si me gustás (A), hablo mucho (B).
Si hablo mucho (B), no te gusto (C).
Luego, si me gustás (A), no te gusto (C).

Si no me gustás (A), hablo poco (B).
Si hablo poco (B), te gusto (C).
Luego, si no me gustás (A), te gusto (C).

Pensé, consulté, busqué, investigué, pregunté y escribí mails. Desde el viento del Sur me llegó una posible respuesta:

Si te gusta (A), habla poco (B).
Si hablás poco (B), le gustas (C).
Luego, si te gusta (A), le gustas (C).

Pero esto es claramente una falacia. Yo nunca podría hablar poco si realmente me gustás. Algo, después de tanto tiempo, me conozco.


(Nota: Los enunciados Si hablo poco (B), te gusto (C) y si no me gustás (A), te gusto (C), como así también todos sus derivados, son completamente falsos. No hay pruebas que permitan afirmar lo contrario). 

viernes, 19 de abril de 2013

Sólo un segundo

En un segundo, el primer segundo, están todos los miles de caminos posibles.
La infinita cantidad de variables imaginables.
La elección de una de todas las combinaciones disponibles.


Se suponía que tenía que ser fácil. Ya habíamos charlado un par de veces por canales de comunicación indirecta (twitter, facebook, celular). Tenía registros fotográficos que daban cuenta de tu fisonomía, certeza de compatibilidad ideológica y cercanía de gustos musicales.

Te vi aparecer entre la gente. Chiquita, tímida, linda, coleccionable. Te saludé. Me saludaste.

Fue ahí, justo en ese momento, cuando me di cuenta que todo mi futuro estaba listo para ser escrito, para corregir el destino, para levantar las estadísticas, para simular las imperfecciones, para potenciar las virtudes. Un atisbo de genialidad. El comentario certero. La frase justa. Una presentación sin fisuras.

Pero la verdad, siendo sincero, son demasiadas cosas para hacer en un segundo. Entonces hice lo que hago siempre: me desboqué como un caballo, y como un perro de departamento que gana la calle te tapé de palabras, puntos de vista y conclusiones.

martes, 9 de abril de 2013

Muchachos observadores

Se comenta en la barriada que hace tiempo estás sola. Los muchachos del arrabal te ven pasar todas las tardes con tu perro camino a la plaza. Dicen que sos simpática, atenta y agradable. Es lo que deducen cuando te ven bajar a comprar cigarrillos, caramelos sugus y charlar animadamente con el kiosquero. Es por eso que no entienden. Piensan, opinan, debaten, pelean, buscan argumentos para intentar comprender tan tremenda incoherencia sentimental.

Se comenta también que saliste con muchos giles, hombres de pocos valores, dudosas convicciones. Mentirosos profesionales. Olvidadizos de segundas salidas. Aprendices de galanes. Engañadores sin disimulo. Estafadores de tiempo completo. Ilusionistas de promesas fáciles. Chamuyeros de cuarta categoría.

Seguramente todo ese legado pese en mí en el momento de invitarte a tomar algo. Tal vez puedo ser uno más de tu lista de chicos olvidables. Pero quién sabe, quien te dice que por ahí no.

jueves, 4 de abril de 2013

Silencios convencionales

“Te amo” fue lo que pensé a los 35 minutos de nuestra primera salida. Pero no te dije nada, decidí respetar las convenciones. Nos despedimos en la puerta de tu casa y quedamos en volver a vernos a la semana siguiente.

Durante casi un mes empezamos a ir juntos a casi todos lados. Los mensajes de textos perdieron la alegría y sorpresa inicial para comenzar a formar parte de mis actividades diarias. Sabía que al terminar de entrenar un mensaje tuyo me esperaba en el bolso. Que tendría un mail alrededor de las 9:30hs. golpeando las puertas de mi bandeja de entrada. Que algún comentario tuyo se colaría cuando me juntaba a comer con mis amigos. Que los miércoles te preguntaría qué planes había para el finde.

“Te amo” fue lo que te dije dos meses después, cuando volvíamos del teatro. Pero te mentí. Era algo que siempre supe desde el principio.

lunes, 25 de marzo de 2013

Pasado de rosca

Hay algo que me pasa a veces. Cada tanto, no siempre, no muy seguido. No sé si se puede explicar muy bien.

Es como una especie de vértigo en la forma de hablar, de escribir, de pensar. Un constante atropellamiento con las ideas. Un pequeño huracán en la cabeza. De pasármela todo el día tipeando una catarata de oraciones inconexas en el bloc de notas del celular. Una inundación de frases sin sentido mientras viajo, trabajo, cocino o espero para pagar. Un apuro en la forma de caminar, una permanente idea de llegar tarde a todos los lugares donde voy.

Y no es solamente eso. También empiezo a despertarme más temprano. Llego puntual al trabajo. Organizo una maratón de actividades para el fin de semana: desayunos, reuniones, comidas, deportes, conciertos. No tengo sueño, no me siento cansado. Creo (se me ocurre ahora) que la única imagen que puede graficar ese momento es la de los dibujitos animados donde un perro está tan contento que no puede dejar de saltar en el lugar.

Se llama ataque de ansiedad.

No me pasa seguido. Insisto. Sólo me sucede cuando te conozco y empiezo a hablar con vos.

lunes, 18 de marzo de 2013

Sin recursos

-¿Trabajás o estudiás?

Estaba seguro de que con esa pregunta me ibas a sacar a los escopetazos, a corretear con una escoba, a decirme así no, flaco, que eso se dejó de usar hace mucho tiempo, a contarme que de esa forma tu abuelo se levantó a tu abuela, que con ese verso no iba a llegar a ningún lado.

Y yo te iba a responder que estaba demasiado borracho, cansado, poco lúcido, que los momentos de brillantez en mi vida escasean, que cada uno hace lo que puede para intentar hablarte, que todo era una gran excusa para escuchar (a duras penas) tu voz.

De paso también aprovechaba y te decía que me cansa el ruido, afeitarme, hablar con el de la puerta. Que pienso que en la ciudad estamos todos desencontrados, que trabajar es una gran mentira, que la vida es una sucesión de hechos que se repiten una y otra vez, que nada tiene realmente sentido. Manotazos desesperados en la oscuridad del boliche. Pero inesperadamente de tu boca salió un...

-Trabajo y soy arquitecta.

Y ahí nomás me quedé sin preguntas para hacerte.

lunes, 11 de marzo de 2013

Indiferencia programada

Te saludaba todas las mañanas pero nunca me respondiste con un simple “buen día”. Te alcanzaba los informes y los revoleabas con desgano en un rincón. Te hablaba y siempre tus ojos se perdían en el monitor, el teclado o tu celular. Las pocas veces que pasaste por mi escritorio fue sólo para robarte mis galletitas. No eras la persona más copada que había conocido. No me dabas ni bola. Pero eras linda, muy linda.

Te veía llegar todas las mañanas repartiendo simpatía por toda la oficina, pero conmigo siempre el silencio y la mala onda. En medio de tanta indiferencia aprendí a entender los gestos de tu cuerpo, tu manera de sentarte, tu boca torcida cuando algo no te cerraba, tu cara cuando estabas concentrada, tu alegría cuando hablabas de tu sobrino, tus ganas permanentes de viajar, tu nerviosismo a la hora de volar.

Hace poco te crucé por la calle. Hace tiempo que habíamos dejado de trabajar juntos.

Hablamos cinco minutos, más de todo lo que no habíamos charlado en nuestras vidas. Te conté que cuando fuimos compañeros me había convertido en un especialista en contemplar tu manera de reírte, el dorado de tu cabello, los colores de tus uñas, los detalles de tu vestido favorito, y que realmente me parecías/pareces muy bonita. Que estaba seguro de que si alguna vez salíamos la podíamos llegar a pasar muy bien.

Un gesto de ternura empezó a derrumbar tu distancia eterna, pero no te di tiempo a que soltaras una palabra. Te dije que estaba apurado, que se me hacía tarde, que no llegaba.

Te di un beso y me fui.

lunes, 4 de marzo de 2013

Balance justificativo

Por el cheesecake de Mc Donald'sPor los domingos de delivery con pizza de La farola. Por los dos cuartos de helado que pedíamos en DanielPor los sábados en CarlitosPor tu indignación cuando terminaba cada capítulo de LostPor las sobredosis de asado en Las cholasPor llevarme a la fuerza a la baranda del Quilmes RockPor el flan casero con dulce de leche en la pulpería La lechuzaPor las escapadas a Terrazas de Colón. Por ver cómo dudabas, me preguntabas y te probabas mil cosas a la vez en Unicenter

Por las tardes de otoño y té en el delta. Por los llamados antes de dormir. Por los discos que escuchábamos constantemente. Por convencerme de usar más seguido la tarjeta de débito. Por tus besos en medio del viento. Por enseñarme a combinar un poco mejor la ropa. Por tus ganas de que te abrace todo el tiempo. Por lo empalagoso que era vernos juntos. Por entendernos con sólo mirarnos. Por las cosas que fuimos aprendiendo. Por las ciudades que no conocimos. Por los planes que no terminamos.

Por todo eso, y por otro montón de cosas que ahora no recuerdo, es que decido abrir el correo, escribir una simple y sencilla línea para mandarte por la red un humilde:

“¿Cómo andás tanto tiempo?”

lunes, 25 de febrero de 2013

Antes de que te enojes

Seguramente que venís de unos días terribles. Todo te estuvo saliendo mal. No aguantás más el trabajo, te pagan casi nada por todo lo que hacés. No te estás llevando del todo bien con tus amigas, te diste cuenta que se te acabó la paciencia para escuchar cómo repiten una y otra vez lo mismo. No soportás que tu vieja te llame por la noche sólo para sumarte más líos y recordarte que el domingo tenés que ir a comer con ellos. Encima cuando vas por la calle ves tu reflejo en alguna vidriera y no estás todo lo bien que quisieras, te decís a vos misma que deberías comenzar natación, pilates, no sé, algo, pero sabés que dentro de todos los despelotes que tenés no vas a tener ni ganas ni tiempo de empezar con nada.

Y en medio de todo ese quilombo aparezco yo. Y te digo un montón de cursilerías. Un catálogo de frases hechas, de lugares comunes, una colección de trillados diálogos de películas. Y es esperable que pienses que estoy recontra loco, que soy un incoherente, que vivo en una nube, que creo en espejitos de colores, que me compré un chalecito a dos aguas en el valle donde viven los teletubbies.

Pero dejame decirte, antes de que te termines de enojar, que justamente vos me ves así porque estás muy metida en tus problemas y yo hace rato que me perdí dentro del efecto que me producen tus enormes ojos marrones. 

Por eso estoy así. Espero que no se me pase nunca, que me dure para siempre.

lunes, 18 de febrero de 2013

En tercera

Maldo viajó a Jujuy
como hace cada año
que marca el calendario.


Llegó, bajó, buscó,
abrazó, visitó, preguntó,
escuchó la situación.


Se bañó, se cambió, salió.

En la multitud del carnaval te chocó.
Se presentó, te saludó, conversó.
Dudó, pensó y a los pocos
minutos se maravilló.


Llovió. Se mojó. Se escapó.
Se durmió. Se ilusionó.


Al día siguiente te encontró.
Un poco más te conoció.
Se convenció, se enamoró.


Maldo volvió a Bs. As.,
de tu novio se enteró,
y ahí se desilusionó.

martes, 12 de febrero de 2013

Futuro pluscuamperfecto

Me hubiese encantado pasarte a buscar por tu casa, tocar el portero y esperar. Tomarnos un taxi e ir al restaurant más copado de la ciudad.

Me hubiese gustado abrirte la puerta al entrar, anunciarnos en recepción, correrte la silla cuando te sentás. Elegir de la carta el mejor vino para tomar. 

Me hubiese maravillado escucharte contar tu vida, sin orden ni apuro, con la tranquilidad de querer conocer cada detalle de todo lo que te pasó hasta el momento en que te miraría a los ojos y te propondría brindar.

Me hubiese gustado tanto. Pero no va a ser posible. Nos separan un par de provincias y no uno, no dos, no cuatro, no cinco, sino tres mundiales de fútbol (¡tres mundiales!).

Es mucho. Todo tiene un límite.


(Nota: 3 mundiales es el tiempo en edad que separan a dos personas (con un mínimo de 8 años y un máximo de 12 años).

jueves, 7 de febrero de 2013

Espacio amoroso

Nunca voy a ser astronauta (y menos si todos los días trabajo en una oficina). Será por eso que, para mí, lo más parecido a viajar al espacio es subirse a un avión.

En los últimos cuatro años volé once veces. Doce horas duró mi viaje más largo, seis veces me tocó ventanilla, por lo que se desprende, lógicamente, que cinco veces estuve mirando el pasillo, dos veces tuve que bajar para hacer escala y una vez volé en primera. Desayuné, merendé y cené entre las nubes. Vi películas, escuché música, tomé helado y cada vez que vi pasar el carrito de bebidas repetí mi gaseosa.

Me gusta ver cómo las azafatas abren y cierran cajones antes del despegue, escuchar el inglés dudoso del comandante y el permanente sonido para abrocharse el cinturón durante el vuelo. También me gusta quedarme dormido y despertarme asustado por no saber dónde estoy, y presto especial atención cuando cuentan por dónde estamos, a qué altura nos encontramos y cómo está el clima en la ciudad de llegada.

Nunca tuve miedo de morirme. Una vez que estoy en la manga de embarque ya estoy jugado, no hay nada que yo pueda hacer para evitarlo si es que sucede, si nos caemos, si todo comienza a girar rápidamente, si esto este delirio que soy se termina. Es la misma sensación que tengo cuando me gustás en serio y tomo el coraje para decírtelo, muchas veces me voy a pique, pero otras, llego a destino.

lunes, 4 de febrero de 2013

Degeneración veraniega

Tal vez me ves muy relajado de anteojos, pantalón corto y ojotas en la playa, pero dentro de mi cabeza en lo único que pienso es que el cuerpo humano se va degenerando con el tiempo. Cada célula que nace y muere pierde la vitalidad de sus inicios. La flexibilidad y tersura dicen adiós después de amenas primaveras. Cada borrachera, cada noche de juerga que vivís deja marcas en el organismo, ese mismo que ya no se recupera como antes, que de a poco comienza a perder todo lo que la juventud le había regalado en su comienzo.

Todo lo que no hice. Todo lo que pospuse para la semana que viene. Los consejos que nunca escuché. Las ensaladas César que siempre evadí. Los descontroles que abracé con ternura. Todo lo que (no) hice tiene un balance final, evidente, real, duro, inevitable, impostergable: llegó el momento de sacarse la remera.


Pero de repente, en medio de mi locura y mis planes de revertir esta situación para el año que viene, un mensaje tuyo suena en el celular e instantáneamente todo se me olvida.

lunes, 28 de enero de 2013

La última mañana

Miraba como el sol reflejaba por todas las paredes blancas de tu casa. Estaba sentado tranquilo en el comedor. Esperando. Eran las 7:35 de la mañana. Miraba para un lado, miraba para el otro. Vi como terminabas de arreglarte para ir a tu trabajo. Yo no tenía apuro en llegar al mío.

Bajamos juntos. Nos despedimos en la vereda.

Caminaba convencido de que todo esto (detalles más, detalles menos) es hacerse grande. Pero mientras me debatía internamente en encontrarle el sentido real a la vida no sabía que esa sería la última vez que te vería.

Son cosas que pasan.

viernes, 25 de enero de 2013

Viaje de ida

El amor es un viaje que siempre termina mal.

A veces parás a cargar nafta y te das cuenta de que no querés viajar más.
A veces te tirás en medio de la ruta y todo sigue andando dos años más.
A veces no le ponés aceite y agua porque no ves la hora de no verla más.
A veces te bajás a comprar cigarrillos y cuando volvés no hay nadie más.


O es ella quien tiene unas ganas terribles de bajarse para no volver más.
La que te acompaña en silencio diciéndote todo lo que no querés escuchar.

La que prepara mate con la mirada perdida en las nubes y en otro lugar.
La que te dice llorando, con sus cosas en la mano, que así no quiere más.

Pero también puede pasar, que el viaje no termine mal, que no termine más.

lunes, 21 de enero de 2013

Negociaciones contractuales

Me gusta mucho estar solo.

Es así de concreto, no hay que darle mucha vuelta. Hago realmente lo que se me canta. Puedo cambiar planes a último momento. Puedo quedarme dormido y llegar tardísimo (o directamente no ir) a reuniones, cumpleaños y bares. Tengo tiempo para dedicarme a tocar la guitarra, a las clases de canto, a bailar tango, a mis partidos de fútbol. Puedo decidir que el día se termine a las 19hs. cuando no doy más del sueño. Puedo ir a ver a mi sobrino en cualquier momento de la semana. Puedo esquivar constantemente varias de las cuatro comidas diarias y el sábado, por ley, no tengo horario para despertarme.

Me acostumbré a pasarla bien, a no tener que lidiar con nadie, a disfrutar la soledad.


Todo esto lo cuento para aclarar que, llegado el caso, soy muy muy muy flexible en las negociaciones en pos de ponerme en pareja.

jueves, 17 de enero de 2013

Bien simple

Mi objetivo era uno solo: que tomes a morir.

Para alterar tus sentidos. Para que te desinhibas, para que todo te parezca divertido, para que pienses que digo genialidades. Para que empieces a hablar más fuerte, para que conjugues mal los verbos, para que te empieces a trabar con las palabras. Para que, en un intento desesperado, te aferres al chop de cerveza y disimules un mareo evidente.

Todo eso para que (tarde o temprano) me mires fijo, te acerques a la mesa y me comas la boca.

miércoles, 9 de enero de 2013

Dos preguntas, dos

-¿Qué fue lo más lindo que hiciste por amor?

Pensé un momento. La pregunta me descolocó un poco.

-Una vez llené todo un jardín con velas y pétalos de rosa. Fue para celebrar los primeros meses de un noviazgo. Pero hubo un ítem gracioso: no le pusé mucha garra al menú.
Estaba demasiado pendiente de la decoración del lugar, de que no se me escape ningún detalle, de no levantar ningún tipo de sospecha, de no dejar ningún cabo suelto, de tener visualizados un par de rosales para asaltarlos impunemente, de ver dónde comprar las velas, y lo más importante: conseguir portavelas, porque tenía miedo de que se prenda fuego todo.
Es por eso que, dentro de un marco de romanticismo y enamoramiento irrefutable, lo que terminamos comiendo fue un par de panchos. Era muy cómico que me preguntara si al mío le ponía mayonesa o savora y ver tanta dedicación y cariño para colocar un aderezo.

-¿Y qué fue lo más lindo que te hicieron por amor?

No dudé un segundo en responder.

-¡Fajitas!

(*A mí me entran muy fácil por el lado de la comida).

miércoles, 2 de enero de 2013

Operación relámpago

Era sábado y te ibas el martes. No había tiempo que perder.

-Tenés la sonrisa más linda que vi en mi vida- te dije sin preámbulos.


Te me quedaste mirando.


-Sí, ya sé. No tengo que ser tan bestia. Me tengo que acercar casi distraídamente, simulando que no lo hago a propósito, como si no me importara. Viendo qué onda tus respuestas. Tanteando si te causan gracia mis chistes. Fijándome si de a poco florece la complicidad. Pero te juro que no tenemos tiempo para todo eso. Me encantaría, pero no tenemos tiempo.


Me quisiste decir algo, pero te arrepentiste en el último segundo.
Me di cuenta porque te mordiste levemente los labios.


-Tendría que saber tu nombre completo. Mandarte una solicitud de amistad. Esperar tu confirmación. Verte conectada. Tirarte un: Hola! ¿Cómo va?. Y todo eso, que es lindo, pero que lleva tiempo. Así que voy a ir directo al grano: ¿te querés casar conmigo?


Te empezaste a reír. 


En ese momento confirmaste, una vez más, lo primero que te había dicho.