martes, 30 de julio de 2013

Generando el contacto

La miraba atentamente. No se quería perder ni un detalle. Buscaba en sus gestos algo que le permitiera el primer contacto. Algo que genere una excusa. Sus ganas de contarle la vida que hoy tiene. Una vida sin preocupaciones, sin horarios ni responsabilidades. Compartir la inmadurez que vive, disfruta y ni siquiera se cuestiona. Decirle lo poco que sabe, las cosas que fue descubriendo y aquellas de las que tiene una mínima sospecha. Por todo eso me parece que la miraba tan fijamente. Estaría pensando en preguntarle su nombre, dónde vivía, cómo se lleva con su padres. Dónde podrían ir cuando los dejen salir solos. Algo para hacer durante el día.

La miraba muy concentrado y nada parecía distraerlo. No había forma de sacarlo de ese limbo en el que estaba inmerso. Y mirá que yo intentaba sobornarlo con un poco más de sundae de frutilla, pero no, no había caso, a mí tampoco me daba bola.


(Mi sobrino se cuelga cuando ve una nena. No sé a quién habrá salido).

viernes, 19 de julio de 2013

Eso que fue quedando

Cuando le pida frutos del bosque y mouse de chocolate al heladero, cuando responda irónicamente “ponele”, cuando le grite a mis amigos que no se olviden de pedirle fainá al mozo, cuando coloque punto final a todas mis intervenciones virtuales, cuando mire los platos de las otras mesas para tantear las dimensiones de las porciones, cuando me pregunten por qué sé tocar en la guitarra una canción de Abel Pintos, o cuando recomiende un buen lugar para comer el asado más rico de Buenos Aires.

Ahí, justo ahí, vas a encontrar sedimentado tu recuerdo, lo que me dejaste después de conocernos.

miércoles, 10 de julio de 2013

Lo que pensaba

Yo pensé que el amor amor (ese que vos decís: ¡Ay que enamorado estoy!) era despertarnos juntos a la mañana. Tomar té, comer tostadas con queso. Acompañarte hasta la estación. Charlar por teléfono en algún momento del mediodía. Encontrarnos a la tarde. Cocinar a la noche. Lavar los platos mientras te ibas a sacar el maquillaje.

Pensé que era estar juntos todo el tiempo. Viendo qué hacer los fines de semana. Alguna película. Algún cumpleaños. Alguna invitación familiar. Un asado con mis amigos. Una cena con tus amigas. Alguna noche en el museo. Algún viaje a un pueblo desconocido.

Pensé que era sentir tu cabeza dormida en mi hombro. Mi mano jugando sobre tu cintura. Relatarte, emocionado, los últimos dos goles que hice. Escuchar, desde la cama, cómo llovía. Llevarte borracha a tu casa. Algún zapping sin sentido. Pasar las madrugadas de invierno con neblina.


Pero ahora que estoy tranqui comiendo una porción de pizza fría y siento tus brazos rodeando mis piernas. Ahora que bajo la mirada y veo en tus ojos las ganas locas que tenés de que te levante, de que te haga upa un rato, entiendo que estaba equivocado: había otra forma de estar completamente enamorado.

jueves, 4 de julio de 2013

Salida paralela

Estabas lo más pancha sentada en la puerta lateral del teatro. Terminando tu café. Encendiendo un cigarrillo. Viendo pasar los taxis y colectivos con la mirada un poco perdida. Te saludé, te di un beso, me senté al lado tuyo.

Charlamos de la vida (siempre charlamos de la vida): geografía, aviones, tránsito, conurbano, cuentas sueldo, tu imposibilidad de dormir en los viajes, mi teoría con los motivos que explican los elevados costos para volar a europa.

Me podría haber quedado ahí toda la noche. La salida podría haber sido sólo eso: quedarnos sentados en una vereda del microcentro. Pero ya no había gente a nuestro alrededor, teníamos que entrar, ya empezaba la función.