Hay algo que me pasa a veces. Cada tanto, no siempre, no muy seguido. No sé si se puede explicar muy bien.
Es como una especie de vértigo en la forma de hablar, de escribir, de pensar. Un constante atropellamiento con las ideas. Un pequeño huracán en la cabeza. De pasármela todo el día tipeando una catarata de oraciones inconexas en el bloc de notas del celular. Una inundación de frases sin sentido mientras viajo, trabajo, cocino o espero para pagar. Un apuro en la forma de caminar, una permanente idea de llegar tarde a todos los lugares donde voy.
Y no es solamente eso. También empiezo a despertarme más temprano. Llego puntual al trabajo. Organizo una maratón de actividades para el fin de semana: desayunos, reuniones, comidas, deportes, conciertos. No tengo sueño, no me siento cansado. Creo (se me ocurre ahora) que la única imagen que puede graficar ese momento es la de los dibujitos animados donde un perro está tan contento que no puede dejar de saltar en el lugar.
Se llama ataque de ansiedad.
No me pasa seguido. Insisto. Sólo me sucede cuando te conozco y empiezo a hablar con vos.