jueves, 29 de noviembre de 2012

Reflexiones celulares

Mi celular casi no recibe llamadas. Es mejor así, porque cada vez que suena me asusto un poco. No tiene internet, aunque podría pedir, pero sé que estaría pendiente todo el tiempo del teléfono. No lo uso para sacar fotos con el instagram. Suele estar siempre en los mismos lugares: debajo del monitor de la computadora del trabajo, en el bolsillo del morral o sobre la mesa de mi casa. Obviamente, lo uso como despertador, y cada tanto, escribo algunas ideas en el bloc de notas. Bloc que, además, uso para anotar la lista del súper, direcciones a donde tengo que ir, cosas que tengo que pasar a retirar, películas que quiero ver, y cualquier dato o duda que se te ocurra. Tiene una particularidad: los últimos cuatro números de la línea son el día y el mes de mi cumpleaños.

-¿Qué hacés? ¿Pasó algo? -dije tirado en la cama.
-No me llamó. Salimos el lunes y no llamó, ni un mensajito, ni nada.
-¿Qué día es hoy?
-Miércoles.
-Esperá.
-¿Esa mierda tenés para decirme?
-¿A mí me preguntás sobre mujeres?
-No sé si llamarla yo, si hacerme el que no pasa nada, que está todo bien.
-Llamala entonces.
-Me parece que da muy desesperado.
-Entonces no la llamés -soy bastante panqueque dando consejos.
-Pero va a pensar que no me interesa.
-¿Y vos qué querés hacer?
-No sé...

Nos quedamos en silencio. El señor D angustiado en su indecisión, yo mirando el techo. En medio de una reflexión paralela, él viendo qué hacía, yo pensando qué podía comer, me dijo una de las mejores frases que escuché en mi vida:

-“El barco del galán no flota en el mar del amor”.

Y tiene razón.

sábado, 24 de noviembre de 2012

Volver al pasado

Bajabas por las escaleras del patio. Pelo atado, guardapolvo cuadrillé, medias y topper blancas. Yo de guardapolvo azul francia, las rodillas lastimadas y un flequillo, paralelo a la línea de las cejas, de sorprendente perfección. Vos charlabas con tus compañeras. Yo me golpeaba y empujaba con los míos. Escuchabas atenta todo lo que te contaban, yo era un festival de granos que te miraba desde la otra punta del recreo.

-Esa que esta allá me parece linda.
-¿Cuál? -preguntó intrigado uno de mis compañeros más fiables.
-Esa. La que está parada allá.
-¿Te parece?
-Sí, tiene algo, no sé...
-¿Querés que le digamos algo?
-...
-¡Dale! Le podemos dar a entender, con mucha cautela y discreción, que a vos te llama la atención.
-...
-Dejalo en mis manos.

El trabajo de inteligencia amorosa duró, aproximadamente, tres minutos. El tiempo que le tomó a mi espía ir hablar con una chica de mi curso, ella ir a hablar con un chico del otro curso, ese chico hablar con una amiga tuya, que fue la que te contó que de este lado del patio había un nabo al cual le parecías linda. Todo el proceso se repitió, pero en sentido inverso, y para el final del recreo ya había una respuesta:

-No le gustás. 


En septiembre del '92, en cambio, a mí sí me gustabas. Tenías algo en la mirada que nunca pude poner en palabras. Por eso todavía no pude escribir algo que sea un reflejo fiel de la sensación que siempre fue verte. 

Hace poco te vi en una foto. En tus ojos seguía dando vueltas eso que no sé descifrar. Me di cuenta que, para algunas cosas, el tiempo no pasa.

miércoles, 21 de noviembre de 2012

Programa de investigación

Filósofos, psicólogos, matemáticos y meteorólogos dedican su vida a comprender los misterios de la vida. Millones de dólares se gastan en investigaciones, conferencias, becas y congresos. Todo eso para fijarse si hay vida en otros planetas, para ver si te podés tirar en paracaídas desde la estratosfera y no estrolarte contra el piso, para reconstruir las condiciones al instante posterior de un choque de frente de dos protones a la velocidad de la luz. Pero no hay ningún estudio que me de una respuesta certera para adivinar si la charla que estamos teniendo en un balcón de Tigre puede terminar en una salida.

Igual pensándolo un poco mejor está bien que sea así, que todavía haya cuestiones que escapen a la racionalidad iluminista, a los tubos de ensayos, a los experimentos.

Es por eso que averiguo tu celular. A la comunidad científica el asunto no le importa. Marco tu número de teléfono. Ellos siguen buscando la forma de que los aviones vuelen más rápido. Suena una vez. Se fijan qué pasa si se mezcla potasio y aceite en el motor de un auto. Suena otra vez. Escriben monografías, las publican, se responden, se pelean. De repente, el silencio y tu voz. “¿Hola?”.

Comienza mi investigación.

viernes, 16 de noviembre de 2012

Sumando méritos

Una madrugada de invierno volvía de un bar de Palermo. Vi movimientos raros en la despensa que está frente a mi casa. Subí. Me acerqué a la ventana. Era lo que pensaba: estaban robando el negocio. Durante el día lo atiende una pareja joven que vive lejos. Llamé al 911 y di aviso a la policía. Llegaron justo cuando tres tipos estaban metiendo las cosas en el baúl del auto. Tuve que ir a declarar a la comisaría y después al juzgado. Nunca les dije a los dueños que yo había hecho la denuncia.

Una noche de otoño entraba a mi casa. Me crucé en el hall con un papá y su hijo de un año, que intentaba dar sus primeros pasos. El padre, inexperto, lo seguía con la mirada, un poco lejos para mi gusto. De repente, el bebé pierde el equilibrio y se va de espalda. Todavía no sé cómo, tal vez con los reflejos que me quedaron de mi época de arquero de handball, me tiré al piso velozmente y acostado estiré la mano para amortiguar el impacto de su cabecita contra el piso.

Estaba en el chino y era primavera. Compraba un vino para ir a comer con los chicos. Llegué a la caja y pagué con 50 pesos. El oriental me dio el vuelto pensando que le había pagado con 100. Le dije que no, que se estaba equivocando. No me entendió, me quiso dar la plata igual. Me negué otra vez. Se enojó. Medio, medio, que yo también, pero igual no acepté su vuelto. Fastidioso llamó al encargado. Vino el mediador, expliqué la situación por tercera vez y, por suerte, él entendió. El cajero pasó del enojo a la felicidad. No debe estar bueno vivir fuera de tu país y encima no conocer el idioma. Me fui con la convicción de que mis viejos me habían educado bien.


Este año me pasé de ser bueno y atento. A ver si el programa de puntos del cielo me computa todas las buenas acciones y me regala algo lindo* para fin de año y poder disfrutar del verano.

(*Por “algo lindo” entiéndase una chica, de esas que son copadas y te alegran el día).

martes, 13 de noviembre de 2012

Concurso cronológico

Mira a cámara y de impecable ambo gris dice:

-Sin repetir y sin soplar, nombres de las chicas que te gustaron desde que tenías
5 años hasta la actualidad, comenzando... ¡YA!

-Alejandra. Paola. Soledad. Ana Clara. Lorena. Pamela. Juliana. Cecilia. Sole... mmm... ¡Paola! Mariela. Sol. Andrea... Cintia. Edith. Laura... Gaby... Verónica. Soledad. Anita... ehh... mmm... Laurita. Lucila. Victoria. Sonia. Julieta. Ana. Flavia. Gabriela. Cecilia. Natalia. Ba... ¡¡¡RING!!! na, Eugenia. Mery. Mariane...

-Tiempo, tiempo, tiempo. Lamentablemente se acabó el tiempo, los últimos cuatro nombres no valen... bueno, un poco enamoradizo el participante del 5to B... ¿cuántos puntos hizo, escribano? ¿Hay dudas? y sí, la verdad que dijo muchos nombres. El jurado delibera, sigue habiendo dudas, hay muchos nombres repetidos, a ver, a ver... ¡la cinta, gonzalito!

lunes, 5 de noviembre de 2012

Guerrero de la noche

Mis zapatillas, mi jean, mi saco y mi cabeza quedaron sorprendidos al ver el accionar del señor N en medio de la pista. De izquierda a derecha su cuello giraba en un movimiento firme y constante de 180 grados. Me daba miedo. Parecía una de las naves que, en medio de la noche, atravesaban el apocalipsis en la película Terminator. Encontró dos presas, me las señaló, y sin mirarme, comenzó a caminar y empezó su trabajo.

Fue por una, después por otra. Para encarar a una y generar todo su interés decidió irse directamente sobre la otra. Los vi charlar animada y borrosamente, porque se cruzaba mucha gente. Me fui a buscar un fernet. Cuando volví, seguía hablando con la otra, ante la atenta mirada de una, que sin haberse dado cuenta ya había caído en la trampa.

No me acuerdo cómo siguió su estrategia de seducción, pero le fue bien, tiene un alto porcentaje de efectividad. Yo me ocupé de seguir tomando, es lo mejor que sé hacer de noche. Yo ya no encaro, no sé si por tanto rechazo, por miedo a que me vaya bien, por fiaca o porque me aburre contarte las cosas que hago, de qué trabajo y de que todas las semanas escribo lo que veo en un blog.