viernes, 14 de junio de 2013

Mala mía

A grandes rasgos se podía decir que éramos una pareja. Nos veíamos con frecuencia y constancia. Salíamos todos los fines de semana. Charlábamos animadamente en el mostrador de Güerrín. Te acompañaba a mirar libros, a buscar el último producto que compraste por mercado libre. Te veía llorar en el cine, reírte en el subte y gritar en el recital. Cocinabas rico, mientras yo, torpemente, te ayudaba. Y además (este detalle no es menor) llegaste a conocer a varios de mis amigos. Debo decirlo: la pasábamos muy bien.

Pero andábamos flojitos de papeles. En la incertidumbre de la no declaración, sin tener las cosas claras, delimitadas, formalizadas. Sin la certeza que brindan algunas palabras. Fue mi culpa, tal vez los miedos, algunos fantasmas extra large.

Cuando quise volver ya era tarde. Me dijiste que no, que ya se había ido el tren, que habías esperado demasiado, que así estabas bien.

Me quedé callado, tenías razón.

6 comentarios:

  1. Cuando se está muchas horas en el andén de una estación, esa certeza que brindan algunas palabras, se vuelve duda, y -al pasar los trenes de alta velocidad- incluso escepticismo.
    Salud-os

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  2. La presencia prolongada de fantasmas se vuelve condena cuando terminan empujando a quien llegó para sacarlos.

    "A veces las cosas a las que nos aferramos no son tan importantes como las que dejamos ir" escuché por ahí.

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  3. Anónimo: Pobre. Saludos!

    Amando: Me encantó tu comentario. Puede que tengas razón. El escepticismo viajando en un tren de alta velocidad, en mi caso, se transforma en dolor de oído. Abrazo grande! Nos seguimos leyendo.

    Olivia: Geniales tus palabras! Geniales!! Un beso.

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  4. Después un mes y pico bastante caótico, puedo volver a leerte. No es que a vos te importe demasiado, pero a mí me pone contenta. Jajaja
    Linda historia, como siempre.

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  5. Aunque vos seas una letra y yo las dos primeras vocales de mi apellido, sí, si me importa, es raro el mundo blogger. A veces los meses se nos ponen caóticos. Besos!

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