Seguramente que venís de unos días terribles. Todo te estuvo saliendo mal. No aguantás más el trabajo, te pagan casi nada por todo lo que hacés. No te estás llevando del todo bien con tus amigas, te diste cuenta que se te acabó la paciencia para escuchar cómo repiten una y otra vez lo mismo. No soportás que tu vieja te llame por la noche sólo para sumarte más líos y recordarte que el domingo tenés que ir a comer con ellos. Encima cuando vas por la calle ves tu reflejo en alguna vidriera y no estás todo lo bien que quisieras, te decís a vos misma que deberías comenzar natación, pilates, no sé, algo, pero sabés que dentro de todos los despelotes que tenés no vas a tener ni ganas ni tiempo de empezar con nada.
Y en medio de todo ese quilombo aparezco yo. Y te digo un montón de cursilerías. Un catálogo de frases hechas, de lugares comunes, una colección de trillados diálogos de películas. Y es esperable que pienses que estoy recontra loco, que soy un incoherente, que vivo en una nube, que creo en espejitos de colores, que me compré un chalecito a dos aguas en el valle donde viven los teletubbies.
Pero dejame decirte, antes de que te termines de enojar, que justamente vos me ves así porque estás muy metida en tus problemas y yo hace rato que me perdí dentro del efecto que me producen tus enormes ojos marrones.
Por eso estoy así. Espero que no se me pase nunca, que me dure para siempre.
Por eso estoy así. Espero que no se me pase nunca, que me dure para siempre.