martes, 28 de mayo de 2013

Sin importarte

Para ser sincero tengo que decirte que siempre me costó. Lo que pasa es que pierdo muy fácil el ritmo, a pesar de que con la guitarra puedo tocar algunas canciones en tres o cuatro tiempos, bah, tocar es una forma de decir, toco más o menos (más menos que más).

Obviamente me pongo nervioso. Creo que el error es pensarlo tanto, darle muchas vueltas en la cabeza y darme cuenta que estoy haciendo todo mal. Que todos me miran, y que aquellos que todavía no lo hicieron son avisados mediante codazos, gestos o disimuladas miradas direccionadoras.

De nada me sirven las pocas clases de danza jazz que tomé, las coreografías que alguna vez aprendí, los básicos de tango que ya olvidé. Y mientras estoy ahí, luchando con las rodillas, discutiendo con mi vergüenza, me pregunto por qué a veces hago tantas cosas sin profundizar nunca en nada.

Definitivamente me faltó haber tomado más vino tinto aquella noche.

Yo hacía lo que podía. A vos, claramente, parecía no importarte.


En medio de la pista seguíamos bailando juntos.

lunes, 20 de mayo de 2013

Desde la otra orilla

Escuchabas simulando atención y un poco de entusiasmo. Mirabas de reojo el reloj de pared mientras te lamentabas haber aceptado. Llegaban a tu cabeza las preguntas que te respondiste siempre. No tiene sentido seguir probando, es exactamente lo mismo. Iguales caminos por donde van todos, un puñado de oxidados recursos que ya viste mil veces. Una película que conocés de memoria. Trucos de magia que dejaron de sorprenderte.

Pero hubo algo (no sé bien) que te llamó la atención. Una frase, un gesto, una idea torpemente expresada. Algo que no sabías hasta ese momento, que no habías visto. Alguna inusual coincidencia. Algo hizo que una pequeña luz de duda comenzara a brillar en el fondo. Un detalle que cambia todo. El código que abre una de tus compuertas.

Fue ahí cuando empezaste a escuchar más atentamente. A preguntar con interés. A recordar con ganas. A sentir que, extraña e inexplicablemente, la estabas pasando bien, que una segunda salida sería posible.

Me viste pedir la cuenta. Por dentro comenzabas a sospechar que esta vez las cosas serían diferentes. 

domingo, 12 de mayo de 2013

365

Te cuento para que te des una idea (más o menos) de cómo me tenés: completamente embobado, entregado, a tu merced, sin poder dejar de mirarte, sin que me importe tener que viajar dos horas para encontrarnos. Siempre sabiendo en qué lugar de la casa estás, controlando que no te lastimes, viendo qué estás haciendo.

Olvidándome del cansancio, de las cosas que no me salen, de los llamados que no llegan, de las salidas que no se concretan, de los problemas que pateo para más adelante. Soñando en el día en que me veas llegar, entiendas todo, y me digas bien fuerte: “¡¡¡Hola tío!!!”.

No sé si algún día voy a tener uno como vos, tampoco sé si me volveré a enamorar. Todo eso, desde el momento en que te vi (hace exactamente un año), me dejó de importar.

sábado, 4 de mayo de 2013

Reflexiones encadenadas

Llueve en la ciudad y desde el bar veo la gente pasar y pienso. Pienso en que nunca sospechás cuando llega ese instante donde todo puede cambiar. Cambiar todo lo que pensás. Pensás que nunca te puede pasar. Pasar sin verte en el sillón, triste, mientras escuchás a tus amigos sin ganas de escuchar. Escuchar que yo estaba fumando en el balcón, contento, charlando con ganas de charlar. Charlar con la que me contó que tenías novio y que te estabas por casar. ¡Qué te estabas por casar! razón suficiente para no intentar ni de casualidad. Casualidad que nos volvió a cruzar dos meses después. Después de tanto llorar. Llorar por todo aquello que para vos no fue. Fue esa noche, en el teórico, donde empezamos a conversar. Conversar sin importarnos el lugar. Lugar donde estudiaba tanta gente. Gente que corre espantada por el agua mientras pienso. Pienso que ahora llueve más fuerte en la ciudad.