lunes, 28 de enero de 2013

La última mañana

Miraba como el sol reflejaba por todas las paredes blancas de tu casa. Estaba sentado tranquilo en el comedor. Esperando. Eran las 7:35 de la mañana. Miraba para un lado, miraba para el otro. Vi como terminabas de arreglarte para ir a tu trabajo. Yo no tenía apuro en llegar al mío.

Bajamos juntos. Nos despedimos en la vereda.

Caminaba convencido de que todo esto (detalles más, detalles menos) es hacerse grande. Pero mientras me debatía internamente en encontrarle el sentido real a la vida no sabía que esa sería la última vez que te vería.

Son cosas que pasan.

viernes, 25 de enero de 2013

Viaje de ida

El amor es un viaje que siempre termina mal.

A veces parás a cargar nafta y te das cuenta de que no querés viajar más.
A veces te tirás en medio de la ruta y todo sigue andando dos años más.
A veces no le ponés aceite y agua porque no ves la hora de no verla más.
A veces te bajás a comprar cigarrillos y cuando volvés no hay nadie más.


O es ella quien tiene unas ganas terribles de bajarse para no volver más.
La que te acompaña en silencio diciéndote todo lo que no querés escuchar.

La que prepara mate con la mirada perdida en las nubes y en otro lugar.
La que te dice llorando, con sus cosas en la mano, que así no quiere más.

Pero también puede pasar, que el viaje no termine mal, que no termine más.

lunes, 21 de enero de 2013

Negociaciones contractuales

Me gusta mucho estar solo.

Es así de concreto, no hay que darle mucha vuelta. Hago realmente lo que se me canta. Puedo cambiar planes a último momento. Puedo quedarme dormido y llegar tardísimo (o directamente no ir) a reuniones, cumpleaños y bares. Tengo tiempo para dedicarme a tocar la guitarra, a las clases de canto, a bailar tango, a mis partidos de fútbol. Puedo decidir que el día se termine a las 19hs. cuando no doy más del sueño. Puedo ir a ver a mi sobrino en cualquier momento de la semana. Puedo esquivar constantemente varias de las cuatro comidas diarias y el sábado, por ley, no tengo horario para despertarme.

Me acostumbré a pasarla bien, a no tener que lidiar con nadie, a disfrutar la soledad.


Todo esto lo cuento para aclarar que, llegado el caso, soy muy muy muy flexible en las negociaciones en pos de ponerme en pareja.

jueves, 17 de enero de 2013

Bien simple

Mi objetivo era uno solo: que tomes a morir.

Para alterar tus sentidos. Para que te desinhibas, para que todo te parezca divertido, para que pienses que digo genialidades. Para que empieces a hablar más fuerte, para que conjugues mal los verbos, para que te empieces a trabar con las palabras. Para que, en un intento desesperado, te aferres al chop de cerveza y disimules un mareo evidente.

Todo eso para que (tarde o temprano) me mires fijo, te acerques a la mesa y me comas la boca.

miércoles, 9 de enero de 2013

Dos preguntas, dos

-¿Qué fue lo más lindo que hiciste por amor?

Pensé un momento. La pregunta me descolocó un poco.

-Una vez llené todo un jardín con velas y pétalos de rosa. Fue para celebrar los primeros meses de un noviazgo. Pero hubo un ítem gracioso: no le pusé mucha garra al menú.
Estaba demasiado pendiente de la decoración del lugar, de que no se me escape ningún detalle, de no levantar ningún tipo de sospecha, de no dejar ningún cabo suelto, de tener visualizados un par de rosales para asaltarlos impunemente, de ver dónde comprar las velas, y lo más importante: conseguir portavelas, porque tenía miedo de que se prenda fuego todo.
Es por eso que, dentro de un marco de romanticismo y enamoramiento irrefutable, lo que terminamos comiendo fue un par de panchos. Era muy cómico que me preguntara si al mío le ponía mayonesa o savora y ver tanta dedicación y cariño para colocar un aderezo.

-¿Y qué fue lo más lindo que te hicieron por amor?

No dudé un segundo en responder.

-¡Fajitas!

(*A mí me entran muy fácil por el lado de la comida).

miércoles, 2 de enero de 2013

Operación relámpago

Era sábado y te ibas el martes. No había tiempo que perder.

-Tenés la sonrisa más linda que vi en mi vida- te dije sin preámbulos.


Te me quedaste mirando.


-Sí, ya sé. No tengo que ser tan bestia. Me tengo que acercar casi distraídamente, simulando que no lo hago a propósito, como si no me importara. Viendo qué onda tus respuestas. Tanteando si te causan gracia mis chistes. Fijándome si de a poco florece la complicidad. Pero te juro que no tenemos tiempo para todo eso. Me encantaría, pero no tenemos tiempo.


Me quisiste decir algo, pero te arrepentiste en el último segundo.
Me di cuenta porque te mordiste levemente los labios.


-Tendría que saber tu nombre completo. Mandarte una solicitud de amistad. Esperar tu confirmación. Verte conectada. Tirarte un: Hola! ¿Cómo va?. Y todo eso, que es lindo, pero que lleva tiempo. Así que voy a ir directo al grano: ¿te querés casar conmigo?


Te empezaste a reír. 


En ese momento confirmaste, una vez más, lo primero que te había dicho.