Bailabas con la perfección
de quien practica cada paso delicadamente.
Mientras el vino de la mesa era cada vez más rico,
bailabas y en tu desparpajo veía el cielo.
Me acerqué sin dudarlo,
sólo para decirte mi nombre.
Vi como te reías de mis ocurrencias,
y en tu sonrisa me encontraba volando
cuando me tuve que ir.
No quería problemas con la ley.
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