viernes, 13 de abril de 2012

En perspectiva

Hace 3 años cuando veías un celular que te gustaba y decidías comprarlo por teléfono, yo me encargaba de cargar la venta en un sistema y mandarlo al correo para que el juguete nuevo llegue a tu casa. Trabajaba en Martínez y desde el ventanal veía como los autos volaban por Panamericana y los aviones frenaban para aterrizar en Aeroparque.

Hace 2 años que redacto y corrijo un catálogo de ventas. Por momentos la paso bien, por momentos me aburro bastante. Trabajo en San Martín y desde el ventanal veo muchas fábricas, la iglesia nuestra señora de Lourdes y la cancha de Chacarita.

Hace menos de un año, en una estación de servicio, de madrugada, dos grandes amigos me convencieron para que me anime a irme de viaje solo.

Hoy, este puñado de frases desubicadas y canciones se va a Europa.

Todavía no entiendo bien cómo pasó esto, porque, mientras escribo, veo la mochila armada junto a los pasajes y el pasaporte. Me cuesta mucho entender cómo pasan algunas cosas, cómo se logran, de qué manera aparece algo que pensás que no podés conquistar. Nunca me quedó bien claro cómo pude irme a vivir solo (ni cómo todavía no morí de hambre por no saber cocinar). Tampoco tengo ni la mínima sospecha de cómo voy hacer para comprarme un auto o una casa. Y también, entre las muchas cosas que no sé cómo van a suceder, esta la pregunta de saber dónde te encontraré.


(Te sigo buscando, el viaje continúa).

martes, 3 de abril de 2012

Peleas callejeras

Ella lo miraba en silencio, con gesto de enojo escuchaba sus explicaciones, era evidente que parecía no creerle. Él abrió los brazos hacia abajo mostrando su fastidio y su cuerpo pareció simular una flecha que señalaba el cielo con ira.

Es interesante notar la postura corporal de una pareja discutiendo: por momentos la quietud y la calma, y de repente, rápidos movimientos de brazos y rostro junto a un mar de reproches.

Pienso que a veces cuando más le prestás atención a una persona es cuando menos la entendés, porque los dos se miraban fijos a los ojos y no podían comprenderse. Pienso que funciona mejor al revés, cuando caminas por la calle, sin rumbo, tomados de la mano, y escuchás (a lo lejos) cómo te cuentan la interna de la oficina y lo yegua que es una de sus compañeras de trabajo, vos vas mirando y pensando en otra cosa, pero sabiendo que juntos están compartiendo algo que es de los dos.

Ellos seguían discutiendo, yo pasé por al lado, decidido a comprarme tres empanadas, mientras que en mis auriculares sonaba come what may y el amor parecía algo más fácil.